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martes, 30 de agosto de 2011

DIARIO DE UN CAMINANTE

DOCE DÍAS EN FRANCIA
Queda claro que lo de la crónica diaria es tema complicado. Trataré de resumir:
En cuanto a nuestros problemas organizativos, ha habido de todo, y la mayoría malo. Durante días, o semanas, las comisiones de la marcha casi han dejado de funcionar. En cuanto a Cocina, pasta y arroz, arroz y pasta, para comer y para cenar, alegrándose la cosa con galletas y pan, muchas veces duro, durante más de diez días. La de Difusión quedó reducida a una triste tabla sobre dos caballetes y un voluntario cansado custodiando una hucha para financiarnos la gasolina. Transporte al límite de sus capacidades, con una furgoneta realizando hasta una docena de viajes para poder trasladar toda nuestra infraestructura, y de hecho algún día hemos tenido que abandonar materiales. Comunicación, a la vista está, cuando menos poco eficaz y mejor lo dejamos así. Y Abdelatif, el Sabio de nuestra Tribu, rebautizó el otro día a la Comisión de Ruta como Comisión Derrota: la imposibilidad de unificar un horario para despertarnos y ponernos en marcha, y el ambiente generalizado de "sálvese quien pueda", ha provocado que un día tras otro todos y todas nos separemos, nos disgreguemos en grupos de dos o tres personas, e incluso caminantes solitarios, y unxs más y otrxs menos todxs nos hemos perdido más de una y más de tres veces, haciendo muchos más kilómetros de los necesarios. De esta forma llegamos a destino tarde, a veces de noche, nos saltamos comidas, nos desesperamos, nos cabreamos, y perdemos inútilmente enormes cantidades de energía y, en ocasiones, valiosos caminantes que no han aguantado toda esta tensión. La convivencia, como puede imaginarse, ha pasado por momentos muy duros.
Etcétera, etcétera, etcetera. Enumerar todos los problemas que hemos tenido me llevaría horas, y seguramente me produciría un enorme dolor de cabeza.
Sin embargo, cada vez lo siento más, nada podrá detenernos. Ni el agotamiento, ni el frío, ni la lluvia, ni el hambre, que algunos días también hemos pasado, ni los tejemanejes de la Policía, ni los malos rollos personales, a veces durísimos, han conseguido que la mayoría de nosotros desistamos en nuestra cabezuda determinación por lograr nuestro objetivo, que es llegar a Bruselas aunque a estas alturas nadie sepa para qué lo hacemos exactamente. Simplemente caminamos, caminamos, caminamos un día tras otro, apretando los dientes y aferrándonos a una idea fija y obsesiva.
Y ya hemos atravesado casi media Francia, casi sin saber cómo lo hemos hecho.
Francia... ¡Qué país!
Los problemas, el choque cultural, la desorientación ante unas reglas del juego que nos son desconocidas, empezaron incluso antes de llegar a Bayonne, nuestra ciudad de destino el día en que cruzamos la frontera. Allí la policía puso a prueba nuestro temple impidiéndonos la acampada, y nuestro día de descanso se convirtió en una estéril pesadilla asamblearia. Debatimos, horas y horas, si desafiábamos a la autoridad plantando las tiendas o no, y mientras debatíamos ni acampábamos, ni descansábamos, ni llevábamos a cabo manifestaciones ni acciones de cualquier otro tipo. Salimos de Bayonne tras una noche de lluvia y más agotados de lo que habíamos llegado, entendiendo sólo a medias lo que había pasado con la policía y con nuestrxs compañerxs franceses, que nos parecieron tan desorientadxs y desorganizadxs como nosotrxs. Ojalá tuviera más tiempo para consignar los detalles.
Nuestra segunda parada francesa, Saint Viçent de Tyrosse, fue reveladora. A nuestra Asamblea Popular allí acudieron una serie de personas, la mayoría de ellas afiliadas a la crema de las asociaciones activistas francesas y ningunx más joven de cuarenta años. Sabían a lo que venían y lo que querían conocer de nuestro movimiento y de la marcha: ¿Cuáles son nuestros objetivos? ¿Qué pretendemos hacer en Bruselas? ¿Qué propuestas concretas queremos presentar para lograr el cambio? Nuestras respuestas fueron tan vagas, tan difusas, tan inmaduras, que según me comentaron la sensación que habíamos producido era la de ser un grupo de tipos simpáticos, pero marginales, y sin ninguna idea clara en la cabeza.
Esto es importante. Aquí en Francia los políticos locales, los concejales de los pequeños ayuntamientos, ejercen sus funciones de forma altruista, sin abandonar sus trabajos habituales y las más de las veces sin cobrar un duro. En este contexto, nuestro conocido enfrentamiento con la clase politica en general carece de sentido, o cuando menos tal y como nosotrxs lo planteamos no parece justificado. Por otra parte, aquí el asociacionismo disfruta de una larga y venerable tradición, y puede decirse que casi todo el que tiene alguna queja, alguna razón para indignarse con el sistema, se encuentra adscrito a alguna organización y presenta batalla de forma activa. De modo que nuestra insistencia en la no representatividad, nuestro rechazo por la organización formal, no son tampoco demasiado comprendidos ni bien recibidos.
Desde mi punto de vista, y sin pretender desmerecer las difrentes luchas de los activistas franceses, nos encontramos aquí con la piedra angular del problema que afronta la marcha a la hora de lograr el objetivo de alzar a una parte lo bastante significativa de la población para lograr un objetivo común: creo que muchos de los militantes a los que estamos conociendo tienen la sensación de que nosotros, una panda de chavales un poco raritos y demasiado idealistas, hemos venido a Francia a enseñar a nuestro padre a tener hijos. Ellos esperan que nosotros les expliquemos, de una forma coherente y con una voz común, dónde se encuentra la clave del éxito de nuestro movimiento. Pero a ese respecto nosotros sólo podemos ofrecer una respuesta que sabemos real, pero que a ellos les parece vaga y coyunuramente inalcanzable: somos diferentes, cada unx de nosotrxs, pero estamos unidos. Y ya está. No hay más. Algunxs de nosotrxs ofrecemos explicaciones racionalizadas. Otrxs lo justificamxs desde la emoción. Otrxs, muchxs, parcen haber olvidado cómo eran las cosas cuando el Quince Eme no existía y sencillamente asumen los acontecimientos de los últimos cuatro meses como algo natural y casi inevitable. Todo ello, y como creo que es comprensible, resulta insuficiente para nuestrxs compañerxs transfronterizxs.
En definitiva, y siempre desde mi punto de vista, la clave del asunto está en el hecho de que el Quince Eme ha sido un movimiento enteramente espontáneo, surgido por una multitud de razones que no se corresponden, en muchos y muy llamativos casos, con la realidad de este vecino país. Es evidente que todas las personas con las que hemos hablado saben perfectamente que el poder reside en el pueblo, y que si nos unimos todxs, si ellxs consiguieran unirse como lo hemos hecho nosotrxs, nada podría detener la ola del cambio.
La pregunta, entonces y evidentemente, es ¿cómo? ¿Cómo alzar a un pueblo en el que la militancia es una costumbre nacional, pero en el que los militantes, minoritarios de todas formas y agrupados en asociaciones con objetivos diversos y siempre concretos, no consiguen llamar la atención de sus conciudadanos menos activos? Está claro que en Francia las asociaciones tienen fuerza, y hasta la era Sarkozy solían lograr objetivos. Pero creo que, aceptada la fuerza de las asociaciones francesas, es necesario analizar sus debilidades .
Por una parte, y según he podido averiguar a través de distintas fuentes, parece que en estas asociaciones -no se me hace raro-, no son extrañas las luchas intestinas de poder orientadas a la obtención de cargos en las jerarquías, destacar ante los medios, etc. Ayer mismo señalé este punto en la Asamblea Popular de Barbeyieux, y fueron los propios miembros de las asociaciones que habían acudido al acto quienes, mediante risas, verificaron la certeza de mis informaciones. Ésa es, al menos para mí, nuestra principal arma a la hora de justificar ante los veteranos activistas franceses nuestras diferencias con sus métodos y nuestro radical asamblearismo: puede que tomando decisiones los Indignés, como se nos conoce por aquí, seamos más lentos que el caballo del malo, pero al menos no tenemos batallas internas en las que ganen los más ambiciosos y tras las que los perdedores abandonen la militancia o al grupo, llevándose consigo a sus simpatizantes y amigos. Algo es algo.
Por otra parte, resulta que en París se producen manifestaciones y otros actos de reivindicación política prácticamente a diario. Pero, convocadas por asociaciones con ámbitos de actuación reducido que "compiten" -en el sentido menos peyorativo del término- contra otras muchas asociaciones, por la atención y la colaboración de los potenciales manifestantes o activistas, dichas manifestaciones son siempre bastante pequeñas. Así, y en este sentido, creo que es obvio que todas esas asociaciones deberían abrir canales de comunicación para consensuar líneas reivindicativas y de acción comunes, y por mi parte y desde hace un par de días, aprovecho las Asambleas Populares para, desde esta óptica de transversalidad, horizontalidad y búsqueda de afinidades comunes, invitar a todas las asociaciones francesas a que se unan a la manifestación que hemos convocado en París para el 17 de Septiembre y a la que la marcha se dirige a pie.
Rematado, pues, el tema de nuestros amiguetes y potenciales aliados, creo interesante hablar también del enemigo. Y el enemigo, aquí, es muy raro:
Cual si fueran los dos perros que perseguían a Willy Fogg en la vieja serie de animación, viene tras nosotros, desde que cruzamos la frontera, una pareja de la Brigada de Información de la Policía Nacional. Y no es que los hayamos cazado in fraganti, o que hayamos identificado un par de rostros habituales: es que nos han dado su tarjeta. Los dos tipos, infatigables, nos acompañan allá donde vamos, nos preguntan por nuestros planes e intenciones y, a veces, hasta nos ayudan cuando tras alguna cagada de la Comisión Derrota nos encontramos perdidos en alguna carretera de mierda. Y hoy, sin ir más lejos, nos han indicado muy amables que podíamos acampar tranquilamente en la plaza del mercado principal de Angouleme, contradiciendo ni más ni menos que al señor alcalde. Lo dicho, muy raro. Sobre todo porque en Bordeaux nos dijeron que allí ni de coña, que iba a estar todo plagado de Ce Erres -antidisturbios-, y que no íbamos a poder ni asamblear frente a la plaza del Ayuntamiento. Y al final hubo Ce Erres, y otros que no eran Ce Erres, pero en total no debían ser más de quince y, lluvia aparte, no tuvimos ningún problema para celebrar nuestra Asamblea. Lo cierto es que no entendemos a estos dos, no sabemos qué pensar, y nos abordamos todos los contactos con ellos con las mayores precauciones. Ahora, eso sí, los tíos echan horas. Eso no hay quien se lo niegue.
En cuanto a la Gendarmerie, que es una cosa muy parecida a nuestra Guardia Civil, parece que les caemos bien. Salvo un momento de tensión el día en que nos echaron de la autopista, por donde está terminantemente prohibido circular a pie, no hemos tenido ningún problema con ellos, e incluso nos han tirado fotos con cámaras que parecían mucho más personales que oficiales y, en una ocasión, al salir de la jurisdicción de una de sus parejas, nos han manifestado abiertamiente su simpatía y apoyo. No sé si conseguiremos algo, pero creo que esto del Quince Eme mola un huevo, y que nos quiten lo bailao.
También, en las ciudades y pueblos grandes, hay Policía normal, de uniforme, como en España, pero hasta donde yo sé me parece que de momento no hemos tenido con ellos ningún contacto, salvo los Ce Erres y amigos de Bordeaux. De ellos, sólo puedo decir esto: los Ce Erres -CRS, no sé qué significa- son enormes, van más protegidos que los jugadores de fútbol americano, con hombreras, brazales, petos, grebas, cascos y armas a cascoporro, tienen muy mala hostia y, por lo menos a mí, dan un miedo que te cagas. A estas alturas ya tenemos bastante asumido que en París nos van a gasear hasta convertirnos en balones y a continuación jugarán al rugby con nosotros, como decía el otro día el genial Fernando, de Santander, con un par de cervezas de más. Pero qué coño, a eso hemos venido. El día de autos me quitaré las gafas para no ver nada, y trataré de aguantar sin hacerme pis encima, cosa que no prometo lograr.
Ahora, y para compensar el mal sabor de boca del principio de este artículo, me gustaría decir que, en estos últimos días, el tamaño de nuestro grupo se ha reducido significativamente, y ahora no debemos de ser más de cincuenta o, como mucho sesenta. Puede parecer un dato malo, pero no lo es. Aunque la cosa se está poniendo muy dura en el terreno físico, con marchas cada vez más largas -llevamos tres seguidas de más de unos cuarenta kilómetros-, las comisiones están volviendo a funcionar, y cada vez mejor, y los peores rollos personales parecen estar superándose. Cristo, que ayer perdió a su abuelo pero aún así no nos abndona porque sabe que de verdad lo necesitamos, se ha hecho cargo del bote y lo gobierna con responsabilidad, gracias a lo cual las aguas en el terreno financiero han vuelto a su cauce y no parece probable que vuelvan a producirse desmanes. Ruta ya funciona medio bien y otra vez estamos comiendo en condiciones. Y es gracias a todo esto que yo, por fin, he podido volver al teclado, porque hasta ahora estaba demasiado estresado como para pensar en ello.
Y, además, ahora tenemos franceses. ¡Y cómo curran los franceses! La mayoría no marcha, claro, porque el trabajo pedestre es básicamente cosa nuestra, que realmente no valemos para mucho más, pero ahora tenemos una furgo marrón de comunicaciones con un equipo técnico y humano que ríete tú del FBI americano. En cosa de tres días han montado un puesto de información, con pancartas y paneles informativos, que es una gloria para la vista. Guillaume, que se dedica a la comunicación de empresas y es, literalmente, un profesional de las redes sociales, está todo el día dale que te pego a internet. Y también tenemos a Anonymous, que desde que se fue la otra máscara se le echaba en falta.
Y Luc, de la asociación de asistencia a los Sin Techo DAL, de Dax, que es un medio griego y medio holandés que habla como seiscientos idiomas, está como una cabra, grita todo el día, curra como un caballo y es encantador. Él se ocupa de otra furgo propiedad de su asociación -gracias, Emmanuel, por tu generosidad-, y es en gran medida la bota en nuestro culo que muchos de nosotros necesitábamos.
Etcétera, etcétera, etcétera. La lista de nuestros nuevos colaboradores es tan extensa como lo sería la de sus virtudes, esto ya parece un ejército de verdad y no puedo evitar sentirme ilusionado a pesar de un agotamiento físico que comienza a ser atroz. Y eso que lo peor apenas acaba de empezar. De aquí a París tenemos 18 días y 480 kilómetros en línea recta -por la autovía. Y como se dijo no podemos ir por la autovía, ni por tanto en línea recta-. Eso son unos 28-30 kilómetros de media diaria durante casi tres semanas, y con los casi mil kilómetros que ya llevamos en las piernas algunxs de nosotrxs. Pero me importa un huevo. Me importa un huevo porque sé que esto va a ser algo épico, y porque tengo a mi lado a gente como Pepe, Fer, Ladix, Atif, Nano, Mariel, Brian, Dani, Vincent, Wani, Janick, Chus, Maite, Eva, Niki, Jasmine, El Holandés Errante, los compis de Avilés y hasta Jose El Lejía, más otros muchos grandes que ya se han ido pero que tal vez vuelvan y, en cualquier caso, ya han puesto aquí su valiosísimo granito de arena para que esto tire para alante y entre todxs podamos cambiar esta mierda de mundo en que nos ha tocado vivir pero que no estamos dispuestos a aceptar sin lucha.
Dieciocho días para aprender juntxs el camino del Samurai, reunirnos con lxs compas de las marchas Mediterránea y de Toulousse, llegar a París y prepararla bien gorda para Bruselas.
¡COURAGE!
P.D.- ¡Ah, sí! Y para que conste: el apoyo en Francia, a pesar de nuestra desastrosa gestión, es tan grande o más que en la misma España. Nuestras asambleas son un éxito y recibimos donaciones de comida y material allá por donde vamos. Y esto no ha hecho más que empezar...

4 comentarios:

  1. Que emocionante!! Os ví en Burgos, casí recién empezada la marcha..... desde entonces estoy cada día con vosotros en pequeños ratos de casí-meditación, aprendiendo a mandaros energía y ánimo como vosotros aprendéis a andar, andar, andar.
    Gracias por tomaros este tiempo, por asumir este esfuerzo por todos los que no podemos, o no hemos conseguido en un momento dado arrancarnos la comodidad y nos hemos refugiado detrás del escudo de nuestras supuestas obligaciones. Gracias por asumir este compromiso vosotros en nuestro nombre....
    Con tu permiso cuelgo tu entrada en el panel informativo de nuestra asamblea de Aguilar de Campoo para que la gente lo pueda leer. Os sigo, os seguiré y procuraré mejorar mis intentos de traspaso energético. Un abrazo. Andrea

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  2. Gracias por el relato, no tiene desperdicio. Y ¿cómo que no sabéis muy bien a qué váis a París o a Bruselas? Sóis la mecha que sale desde España para encender conciencias allende las fronteras, reuniendo fuerzas por el camino. Una mecha que se encenderá en París y en Bruselas y llenará las plazas de cantidad de ciudades en un clamor único contra este sistema que nos machaca a expensas nuestras.

    ¡Ánimo que ya queda menos!

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  3. Muchas gracias por el relato. Mi nombre es Paco, soy de Madrid aunque actualmente estoy en la Republica Checa.
    Muchas gracias por este escrito, conozco lo difícil que es escribir en estos casos, y sobre todo tengo que agradecerte tu sinceridad. Es muy valiente comentar las luces y las sombras de una experiencia de este estilo con la misma intensidad y ser realista, pero de otro modo no tendría valor.
    Perdona si me entrometo un poco y os cuanto algo que he recordado leyendo este diario. He recordado mis marchas, sin ninguna pretensión de comparación, pues nunca he realizado una tan larga y valiente, Camino de Santiago, Pirineos, Picos de Europa....., y la verdad no he podido recordar ninguna en la cual en algún momento e incluso en muchos momentos no me preguntara "pero que coño hago yo aquí". Incluso puedo decir que esta pregunta es universal, pues sirva como dato que en una andadura por la zona de los Annapurnas tuve la suerte de encontrarme con montañeros profesionales, como la gente de al filo, y te diré que ellos, los superaventureros y superaventureras, también se lo preguntan. Así que animo.....la repuesta está en cada paso que dais, en cada paso que reverbera incluso aquí tan lejos de vosotros, y donde oigo uno y otro día "mira lo que hacen los españoles,....y nosotros que, ¿no vamos a hacer nada?. Tal vez la meta sea Bruselas, pero con cada paso, con cada dificultad superada, con cada día en el que continuais, una nueva conciencia se despierta en algún lugar del mundo, sed conscientes de eso, y no os preocupeis ver con vuestros ojos los resultados, pues estos pueden estar fuera del alcance de vuestra vista actual pero existen. Sabed que lo que hacéis tiene un significado en si mismo aunque no podais explicarlo con palabras en todo momento o para que lo entienda todo el mindo ahora. Lo que hacéis despierta consciencias cada día, cada hora y cada segundo.
    No como consejo, sino como compartir una experiencia personal, os contaré que a mi lo que más me ha ayudado en cada momento "pero que coño hago yo aquí" ha sido pensar que la meta de andar no es el final del camino, sino cada paso.
    Caminante no hay camino
    se hace camino al andar.....
    Un saludo y mucho ánimo

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  4. gracias por el relato 7dedos, se lo cansado que es hacer estas crónicas durante la marcha... muchas gracias....
    todo lo que nos cuentas nos da fuerzas y muchas ideas para trabajar mejor,
    que sepas que aunque no comentemos mucho si que os seguimos mucha gente, estamos ahí, con el mayor deseo de que el camino os sea positivo,

    un abrazo...y unas lágrimas de alegría, cariño y compañía

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