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sábado, 8 de octubre de 2011

¡¡TESTIMONIOS DE LOS MARCHANTES!!


Estos son los resúmenes de las experiencias de algunos de los marchantes hechos durante, cómo no... ¡¡¡las caminatas diarias!!!

Estas, y otras entrevistas, se están colgando completas en http://vamosdespacioporquevamoslejos.blogspot.com/ 


MARIO – Mostoles – Sevilla la Nueva

La primera vez que me contaron en un bar que estaban reuniéndose en las plazas después del 15M, lo primero que pensé fue que serian unos energúmenos, violentos, etc. Pero a los dos días de haberlos criticado, me dije: te has equivocado, Mario. Me informé y empecé a ir a Sol, y luego a las asambleas de pueblo, que ha sido lo mejor que ha hecho el movimiento: extenderse a la localidad pequeña, o sea, al barrio, al bar de tu casa, con tus vecinos, a resolver lo global desde lo local.

Lo que más me gusta de la Marcha es aprender cosas de los caminantes y de la gente de los pueblos, es un enriquecimiento increíble. Yo creo que un cambio de conciencia es lo que revoluciona. Si nos cambiamos a nosotros mismos, cambiamos el mundo. Y ese es un cambio perdurable, porque sale del interior de cada persona.

 OSCAR - Dordrecht (Holanda)

Lo que más me sorprende es que, por muy desorganizada que sea la Marcha, funciona igual. Cada día llegamos a tal o cual sitio, tenemos que comer y donde dormir, hay música, hay gente que habla, que discute sobre cosas importantes. El hecho de que eso pueda hacerse sin que haya alguien que decida es sorprendente. A pesar de nuestros problemas prácticos, ya sean internos, sociales… la marcha sigue.  Estoy aprendiendo cada día un montón de cosas sobre cómo funciona la sociedad humana global. Aquí, a escala pequeña, puedes entender todas esas dinámicas.

Me gustaría que esta acción sirviera para conseguir una sociedad más autosuficiente, con su agua, su energía, sus alimentos… porque estoy convencido de que, sin esa autosuficiencia, no es posible una democracia. Si tú dependes de grandes empresas, no puedes decidir por ti mismo. Es necesaria una nueva estructura jurídica, económica y social que esté basada en las personas.



VINCENT – Nines (Francia)

Cuando vi lo que sucedió en Sol, pensé que me gustaría encontrarme con ellos. Un día me fui de casa con la mochila, y desde entonces he pasado mucho tiempo solo, en los bosques, andando y reflexionando. Al enterarme que la Marcha pasaba por Bayona, cogí el tren hacia allí. Llovía mucho, y había muchas tensiones, pero me gustaba tanto la idea de andar en grupo, con gente que quiere cambiar el mundo, exactamente como yo, que empecé a andar. Y desde ese momento, no puedo salir.


La idea misma de ir andar es casi un milagro. La marcha es un esfuerzo anormal, casi deportivo. Además, hay tanto tiempo para hablar juntos y confrontar nuestras ideas con las de otros... Aquí hay de todo, también personalidades muy fuertes, pero hay que vivir con ellas, y entendernos.





ANA - Tolosa

Cuando ibais a pasar por Tolosa, formamos en seguida un grupo de diez personas súper ilusionadas para dar la bienvenida, y se volcó todo el mundo. Después de la asamblea, mucha gente me dijo que era la primera vez que asistía a una asamblea del 15M, que se había emocionado un montón; son esos inicios de subidón, en los que descubres algo con lo que te identificas, y de manera espontánea, surgió el iniciar una asamblea allí, donde no la había. A veces, igual pasáis por pueblos, en los que es difícil sentir lo que has dejado allí, pero quedar, queda.

A la marcha, vine con mi marido e hijos para que, por lo menos, lo vivan un par de días, porque ellos lo apoyan,  pero un poco desde fuera, y muchas veces acabo dando más tiempo a esto del que debiera, teniendo los hijos que tengo. Y era una forma de que entendieran, acompañándome, el porqué es tan importante para mí, porque yo estoy segura de que lo van a ver.

CRISTO – Santiago de Compostela

A veces, la gente usa este movimiento en general y la marcha en particular, para intentar recibir aplausos, para satisfacer su ego; otros muchos lo usan para comer porque no tienen, o para hacer turismo porque no tienen otra cosa que hacer, pero también hay muchas personas que sí están realmente implicadas, que sí se preocupan de lo que dicen  los demás, que intentan que funcionen las cosas. Lo mejor es eso, y el entusiasmo con  el que nos recibe la gente de muchos pueblos, que nos dan todo su apoyo, y momentos como nuestro paso por Cogollos, cuando unas niñas de once años crearon ellas mismas la asamblea de su pueblo.

Lo que ha sucedido tras el 15 de Mayo, me da un poco más de fe en la humanidad, no me esperaba eso del género humano. Al menos, parece que hay posibilidades de querer cambiar, en vez de seguir con lo mismo. La gente tiene que intentar aprender a vivir con lo que realmente necesita, no con lo que vende la televisión. El hecho de que a veces parezca un poco pesimista, es porque sé que se pueden hacer las cosas mucho mejor, pero también hay que ser un poco blandos con las personas que están empezando todavía en esto de la justicia y de dejar los egos en pos de un bien común.


SERGI - Barcelona

La marcha es una reproducción en miniatura de la propia sociedad, y los problemas aquí son, prácticamente, los mismos: hay gente con problemas de alcohol, gente que ha pasado por problemas de drogas, gente impaciente, gente agresiva, gente muy buena, gente muy preparada… un poco de todo. Si no estuvieran, o no los admitiéramos estaríamos perdiendo esas realidades. A veces la convivencia se vuelve difícil, pero solucionar esos problemas, ya es un aprendizaje, y aquí estamos todos para aprender muchas cosas, entre otras, aceptar al diferente, y a que cada uno pueda desarrollar su propia personalidad, y a lo mejor la gente que a lo mejor da más problemas, sale de esta experiencia con algo positivo para sí mismo o para los demás. La sociedad tiene que ser un poco más inclusiva.

A la marcha me uní en mi mes de vacaciones. Trabajo de fresador en una fábrica, a la vez que me formo como profesor. Creo que los cambios que puedan producir este movimiento, no van a ser de aquí a mañana, porque desde que nace una manera de pensar, hasta que hay cambios en el Sistema, suelen pasar años y años.


ADRIAN - Burdeos

Para mí, la marcha es un símbolo: el pueblo español ha cruzado Francia, ha cruzado Europa, no sólo para ir a Bruselas, sino para ir encontrándose gente y para que esta revolución no sea sólo de España, sino de toda Europa. Y el símbolo de camino es muy muy importante, porque lo que importan son los pasos, el caminar hacia un mundo mejor.

La gente tiene respeto a lo que hacemos. La marcha es muy dura, y la gente piensa: vale, si ellos van hacia Bruselas andando, ¿por qué yo no puedo hacer cosas más pequeñas, pero también importantes?






viernes, 30 de septiembre de 2011

DIARIO DE UN CAMINANTE - DOS MESES ANDANDO

Hace unos años quedé con unos amigos en Galicia para recorrer dos etapas del Camino de Santiago y marchar después al festival de música celta de Ortigueira. Me presenté yo muy ufano con mi macuto, que a la sazón estaba preparado más para el festival que para el Camino y contenía, además de saco, esterilla y ropa, un camping-gas, cacharros varios de cocina y no sé cuántas tonterías más. O sea, que pesaba quintal y medio. Anduve al día siguiente los catorce kilómetros que marcaba la etapa, y al siguiente, sin complejos, dije que los veinte que tocaban los iba a andar su prima, y que yo me iba en autobús. Y así lo hice.

Ya imaginarán, con este precedente, que cuando me apunté a la presente aventura no tenía yo nada claro que mi físico, que honestamente no es gran cosa, fuese a responder al desafío que se le planteaba. La verdad desnuda es que vine aquí eludiendo, conscientemente, la pregunta fundamental: ¿podrían mis lamentables sesenta y cinco kilos -tal vez menos después de dos meses de Revolución- aguantar dos meses y medio de caminata y llegar vivos hasta Bruselas?

El asfalto no es la montaña. Es duro y uniforme y eso te machaca, especialmente, los gemelos y las artculaciones. Y más si vas calzado con pesadas botas o zapatillas de senderismo. La carretera está, además, flanqueada por regueros de grava que, si no llevas ese tipo de calzado, se clava como dientes en la planta de tus pies. Las carreteras, además, presentan casi siempre un corte convexo que te obliga a caminar con el pie derecho a mayor altura que el izquierdo, lo cual ataca las caderas y la espalda. A veces la curva es tan pronunciada que, periódicamente, tienes que cruzar la carretera para que la desviación opuesta corrija un poco las molestias, lo que por puro instinto pienso que no debe de ser tampoco lo que se dice una gran solución.

Los días soleados, además, el asfalto está caliente, y recuerdo a los lectores que nuestra marcha se inició el veintiséis de Julio, y que durante la mayor parte del trayecto español las etapas transcurrían en autovías junto a las cuales es difícil encontrar un triste árbol. Es llamativo, por ejemplo, el hecho de que desde que cruzamos la frontera, con temperaturas más bajas y fuera de las autovías, el desgaste de las suelas de mis zapatillas se ha reducido notablemente, y al final parece que, aunque sea por los pelos, las pobrecillas van a aguantar hasta el final.

Llevo más de dos meses de ruta y me encuentro cinco jornadas al norte de París, y a las puertas de Bélgica. Como medio en condiciones dos veces al día, y si antes era flaco ahora estoy literalmente en los huesos. Y además, la verdad, huelo a choto. Aparte de que no puedo cambiarme de ropa demasiado a menudo, me ducho aproximadamente una vez a la semana y una capa de sal, subproducto del sudor, recubre permanentemente mi piel tostada.

Tema aparte son mis piernas, claro: al salir de la tienda por la mañana, y hasta que las bisagras se me calientan un poco, camino como un pingüino, y la situación se repite, a cualquier hora del día, cada vez que me siento más de cinco minutos. Y por la noche es peor, porque con el desgaste acumulado a lo largo del día y tras las largas asambleas en el suelo, o los ratos pasados ante el ordenador, las juntas ya no terminan de engrasarse y me muevo, sin exagerar, como un anciano de ochenta años. Estoy hecho mierda.

Sin embargo, camino cada día, llueva o haga sol, llevando a la espalda una mochila que contiene un ordenador portátil con su cargador, un impermeable enorme de plástico grueso, una chaqueta, una botella de agua, unas zapatillas impermeables y algunas menudencias más, y voy sobrado por si durante la ruta se presenta la necesidad de cargar con alguna otra cosa. Soy capaz de andar tan lento como los más lentos, y tan rápido como Ladix, miembro indiscutible de la élite de los más rápidos. A estas alturas ya nunca me planteo si puedo andar o no, y podría escuchar las palabras "hoy tocan cincuenta kilómetros" sin arquear una ceja.

Ahora soy de cuero.

martes, 27 de septiembre de 2011

26 de septiembre de 2011 St Genevieve

Lejos quedó París, con sus prisas, sus turistas y sus franquicias de multinacionales en cada esquina, pero no del Estado policial. Nos despertamos junto al lago de las afueras de Isle d'Adan, al que la noche anterior nos pastoreó la Police Nationale, cuando vio que tratabamos de acampar en el parque que estaba junto al Ayuntamiento.

Entramos en el departamiento de Picardía, y la marcha transcurrió a través de decenas de aldeas y pueblecitos desperdigados por el camino, entre ellos Champagne o Fresnoy. Y entre pueblo y pueblo, llanuras interminables de cultivos de cereales y hortalizas.

Fuimos llegando a St Genevieve, un pueblo de unos 5.000 habitantes. ¡Hoy sí! Hubo colaboración por parte del ayuntamiento, que nos permitió el uso del parking de delante del mismo, e improvisamos una ducha con una manguera y unas lonas.

Mucha gente del pueblo mostró su simpatía hacia el movimiento. Entre otras anécdotas, la de un señor que nos trajo una caja de manzanas cultivadas por él mismo en su huerto o una señora de 92 años que dijo que ella también estaba indignada.

A la asamblea popular asistieron varios vecinos del pueblo que nos explicaron los problemas que tienen a la hora de cultivar, ya que muchas granjas están cerrando, y cómo el comercio local se destruye a favor de las grandes empresas; a la gente no le queda más remedio que buscar trabajo en París o en Beuvais y mucha gente cobra el salario mínimo. Por ejemplo, nos contaron que antes compraban la leche directamente del productor y ahora la tienen que comprar directamente del supermercado.

Por otro lado nos visitaron algunos compañeros de la Asamblea de Bruselas para coordinarse con nosotros el día de nuestra llegada.

sábado, 24 de septiembre de 2011

DIARIO DE UN CAMINANTE - LA POLICÍA DE PARÍS

Isabelle tiene cuarenta y seis años y un rostro típicamente francés, a medio camino entre lo mediterráneo, por las formas, y lo nórdico, por las tonalidades y el azul profundo de sus ojos. Tiene una expresión extraña, a medio camino entre la dulzura extrema y la severidad extrema, milita desde hace veinte años en grupos antiviolencia y, desde que las marchas llegaron a París, ha trabajado como un caballo.

Isabelle es una de lxs ciento cincuenta Indignadxs parisinxs. Es muy disciplinada, y no sale de casa sin su equipo: documentación, gafas de buceo, colirio, foulard para protegerse las vías respiratorias. Así están las cosas en París.

Aquí policías y gendarmes trabajan juntos y apenas se distinguen entre sí. En ambos casos, los encontramos de dos tipos:

Los ordinarios o "normales", por llamarlos de alguna forma, que suelen ser los más mayores y de aspecto más común: pantalones y botas militares, polos de golfista, cazadoras y poco más, hasta donde yo he podido ver. Destaco, sin embargo, que muchos o todos cargan porras extensibles, un arma muy dolorosa que la policía española considera antirreglamentaria, y que por lo menos algunos llevan también, o tienen disponibles, pulverizadores de gas, arma que tiene el aspecto de un pequeño extintor gris y que funciona como cualquiera puede suponer.

Por otra parte tenemos a las Unidades Especiales, tan numerosas y variadas que no podré comentarlas en detalle. Hasta donde he podido ver, por el miedo que les tienen lxs compañerxs locales, los agentes pertenecientes a cualquiera de estas unidades tienen potestad para emplear cualquier tipo de violencia sin temor a represalias. Se subdividen en tres tipos:

Policías del Counter Strike: visten como GEOs de videojuego, con chalecos tácticos plagados de bolsillos. Cargan todo tipo de armas letales y no letales, desde pistolas de munición real hasta granadas que ruego a los dioses sean de humo, pasando por nightsticks -porras largas como las que usan los antidisturbios españoles-, tonfas -porras con agarradera en perpendicular al arma-, porras extensibles, dispensadores de gas, subfusiles de bolas y toneladas de munición. Llama la atención el hecho de que la mayoría de su armamento es del considerado no letal y por tanto, y en base a mi experiencia, creo que su función es más la represión de la población civil que impedir la comisión de actos verdaderamente delictivos o detener de sus perpetradores.

Sin pasar aún al siguiente grupo, quiero destacar también que estos policías emplean equipos y exhiben insignias que resultan absolutamente misceláneos, lo que significa que su aspecto resulta, en conjunto, mucho más próximo al de un grupo paramilitar que al de una fuerza policial regular. Algunos chalecos exhiben las palabras "Police" o "Gendarmerie" en letras blancas sobre fondo negro, otros lo hacen en letras negras sobre fondo blanco, otros llevan otros textos o símbolos, y en resumen creo que hasta ahora no he visto dos agentes con equipaciones completamente iguales.

El siguiente grupo especial son los CRs, los temibles antidisturbios. Como ya se sabrá, estos tíos descomunales, que actúan en grupos de centenares, van protegidos por futuristas armaduras de plástico duro de unos dos centímetros de grosor que también presentan entre ellas notables variaciones. A veces los brazales cubren todo el brazo, y a veces sólo los hombros. Las temibles espinilleras con rodilleras tienen diferentes diseños. Los chalecos, acorazados, tácticos o antibalas, parecen opcionales, y no parece haber dos iguales. También los guantes pueden ser diferentes, y los he visto de cuero normal y también con refuerzos de plástico para dar puñetazos. Las insignias y distintivos son también variables, y aunque la mayoría de estos agentes luce en la espalda grandes letreros con textos como "1A" o "4C", que creo los señala como pertenecientes a tal o cual escuadra, otros lucen en el mismo lugar textos o símbolos diferentes. Casi todos los policías negros u oscuros que he visto pertenecían a estas unidades.

Quedan, por último, los policías de paisano. Los únicos con los que he tratado, aparte de la simpática pareja que nos perseguía desde que cruzamos la frontera, formaban un grupo de fornidos jóvenes, unos veinte, todos rapados, que aparte de ir armados con los mismos y variados elementos que ya he descrito se identificaban, únicamente, mediante un brazalete rosa fluorescente con la palabra "Police" bordada en letras negras. Dichos agentes no sólo se negaron a mostrar sus placas o identificaciones ante ninguno de nosotrxs, comportándose en todo momento como verdaderos skin-heads, sino que de hecho cuando se montaron en sus coches salieron de nuestra presencia haciendo chirriar, como vulgares macarras, las ruedas de sus vehículos.

Cabe destacar también, y refiriéndome al conjunto de todas las unidades especiales descritas, que sus integrantes rara vez sobrepasan los treinta años, que son casi todos hombres, que más de la mitad de ellos van rapados, que casi todos están mazados de gimnasio y que su aspecto general recuerda, muchísimo, al de los porteros de discoteca de mi Madrid natal, que eran precisamente el caldo de cultivo de la temida, fascista y corrupta policía local marbellí de tiempos del GIL.

Establecido que su aspecto es más propio de matones de videojuego que de verdaderos policías, se hace necsario hablar de sus órdenes y procedimientos de actuación:

El día 17, en La Bastilla, no les importó lo más mínimo el hecho de que tuviéramos autorización para estar allí. Además eran centenares, probablemente más de mil, en un día en el que además de nuestra manifestación se celebraban en París la jornada de puertas abiertas de los monumentos de la ciudad, la Fiesta de L'humanité (trescientos mil asistentes) y la Tecno-Parade (otros trescientos mil).

El día 19, en Saint Germain, nos dieron el alto a base de gases y sin avisar, después de haber cruzado toda Francia sin un sólo incidente y sin tener, en aquél momento, un triste pie fuera de la acera.

Desde entonces se nos han prohibido cosas como estar juntos en la calle, andar por la calle -en fila india, sin pancartas, sin gritos y respetando las señales de circulación-, separarnos del grupo o permanecer en determinados puntos de la ciudad. Todo ello, créanlo, en el sentido más literal de las afirmaciones.

Por ahorrar a lxs lectorxs el tedio de cada detalle, pasaré ya a las dos tracas finales del presente informe:

El día 21, como es sabido, nuestro grupo fue objeto de una nueva detención masiva frente a la Bolsa de París. Entre lxs detenidxs, como también es sabido, había un grupo de doce francesxs y una venezolana -ni un español, qué casualidad-, a los que posteriormente se acusó de haber causado destrozos en la furgoneta en la que se los había encerrado. Lo que creo que no es tan conocido es el hecho de que ese grupo en particular era uno de los que no se había sentado en el suelo para resistir el acoso policial, precisamente porque sus integrantes son más tranquilos que los que sí se sientan.

En otras palabras: lo de los destrozos en la furgoneta es, simplemente, mentira. Conozco a lxs detenidxs y sé lo que digo.

Para quienes aún duden, terminaré el presente arículo contando una historia que venía oyendo desde que entré en Francia, pero que no terminaba de creerme hasta que me la contó Isabelle, que estuvo presente. Ahora, con esta referencia y con todos los detalles, sé que es completamente cierta:

Hace tres meses, o cosa así, los Indignados de París trataron de celebrar una asamblea junto al Sacre Coeur, una hermosa basílica situada sobre una loma, cerca de Mont Martre, que es objetivo permanente de los millones de turistas que acuden a París durante todo el año. Como de costumbre, el pequeño grupo fue rápidamente cercado y sometido a identificación. Lo increíble de la historia es que, para ocultarlo todo de la opinión pública, la policía desalojó de turistas toda la zona y, a continuación y para dar veracidad a su versión, colocó y detonó un artefacto explosivo. ¡Una bomba! ¡La policía de París pone bombas!

Conclusiones:

En París, la policía no sólo hace cumplir la ley, sino que también la escribe, decidiendo en cada momento y situación lo que es legal y lo que no lo es.

Cientos o miles de sus agentes están exentos de la obligación de identificarse.

Impiden, a discreción y de manera sistemáticamente violenta, la circulación por la vía pública.

Difunden mentiras y falsedades sin ningún miedo a las consecuencias.

Utilizan armas químicas contra población civil no violenta.

Ponen bombas.

Sinceramente, si esto no es un estado fascista, no sé qué puede serlo...

jueves, 22 de septiembre de 2011

DIARIO DE UN CAMINANTE - POLICÍAS E INDIGNADOS DE PLAYMÓBIL

Bueno... ¡Pues ya nos han detenido! Dos veces, hasta donde sé, en el momento en que escribo estas líneas.

Ya estamos en internet, resistiendo en los vídeos como campeones, hemos tenido nuestras portaditas y ahora somos aclamados como héroes. "Los Nuevos Reyes de Francia", por lo que me han dicho, según no sé qué periódico o página web.

Ahora que tenemos la difusión y la fama, veamos qué pasó de verdad:

Tras dos días dando tumbos por París completamente separadas, las dos Marchas -Mediterránea y Meseta-Toulousse- se reunieron en asamblea en el parque de Bercy para acordar, tras dos horas y media de debate en el que por supuesto un servidor no participó, que iban a acampar juntas. Digo yo que a qué coño hemos venido aquí a pata, los que hemos venido a pata, si lo de acampar en París no lo teníamos claro. En fin.

Tras este primer acuerdo, la cosa se vuelve un poco confusa para mí, que había decidido aprovechar el día durmiendo y me enteré de todo de forma tangencial.

Tras otro largo debate, se decide que no se puede decidir y se envían "equipos", o algo así, a recorrer París para estudiar posibles objetivos para la acampada. Si las informaciones que me llegaron son correctas, creo que el plan era algo así como que cada "equipo" seleccionara un lugar, escribiera el nombre en una papeleta y depositara la papeleta en una urna, cesta, bolsa o yo qué sé qué, para su posterior recuento. El lugar más citado en las diferentes papeletas sería el elegido.

Sin embargo, y por lo que sé, a medida que los "equipos" fueron llegando, tras dos o tres horas de periplo, se les comunicó que el lugar de la acampada ya había sido escogido, en secreto, por un grupo cuya composición desconozco por completo.

O sea, y resumiendo, que mis aguerridxs compañerxs, futuros mártires de la revolución, ya llevaban todo el día haciendo el gilipollas. Qué bien hice echándome a dormir...

Total, que tras casi dos meses de asamblearismo, horizontalidad, transparencia, bla, bla, bla, doscientas personas se ponen en marcha, durante el ocaso de un día perdido, siguiendo a un grupo de cabecillas desconocidos -¡ni siquiera sabíamos quién se suponía que dirigía!- hacia un destino igualmente ignoto. ¿Cuál era ese destino? ¿Bajó qué criterios fue escogido? ¿Quién tomó las decisiones? En mi grupo soy el tercer capullo que más ha pateado, y no tengo ni puñetera idea.

Echamos a andar siguiendo un recorrido harto sinuoso, improvisado para despistar a la policía, a nuestras propias tropas y hasta a nuestros guías -ninguno de los cuales, fueran quienes fueran, era a la sazón parisino ni conocía un carajo la ciudad-. Y la policía, que debía de estar flipando, cercándonos entre tanto por las calles aledañas como una manada de lobos que persiguiera a un venado viejo y ciego.

Llegamos así al ensanchamiento del bulevar Saint Germain que alberga la estatua de Diderot y allí nos detuvimos, como ratas atrapadas en un laberinto y sin ser capaces de tomar una decisión. Unxs decían que por allí, otrxs que por allá y otrxs más que por acullá. Pero, claro, nadie sabía quién guiaba ni por tanto a quién había que escuchar. Aunque yo observé que algunxs no decían nada y daban vueltas por el escenario consultando grandes planos, por lo que supuse que ellxs debían ser los guías.

Entonces llegó una furgoneta de la policía, o quizás varias, y de ella o ellas se bajaron unos pocos maderos que fueron directos a por Óscar, el héroe -héroe de verdad, sin coñas- que sale en los vídeos tocando su guitarra con la cara llena de gases y uno, dos, tres policías tratando de silenciar su música a bofetadas y empellones. Pero no lo consiguieron y, tras zafarse de todos ellos -yo lo vi-, el pequeño Óscar, llorando por el gas y sonriendo por orgullo, se encaraba con uno y le desafiaba con sus acordes, invicto.

Entretanto a uno de los polis le estalló el depósito de gas que cargaba en la espalda, cegándole a él y a varios de sus compañeros y de lxs míxs, llegaron muchos más polis y nosotrxs comenzamos a sentarnos en el suelo, en aquella puta esquina, en medio de un caos de desorientación y zarandeos.

Y allí nos quedamos, sentadxs, mientras un ejército de policías cercaba a nuestro cerco para impedir que las cámaras o las gentes de París pudieran ver nada de lo que sucedía. Vean, si no, el vídeo que grabó mi compañero Naranjo, de AudioviSol, y dense cuenta del muro infranqueable que forman los agentes.

Asegurado el muro de la censura, llegaron por fin los CRs, ataviados con sus armaduras, y vinieron a por nosotrxs. Al menos uno llevaba los guantes impregnados con pimienta, y nos pasaba los dedos por los ojos, y hubo violencia. Claro que la hubo. Pero tampoco tanta, y lo digo yo que estaba junto a Chus, el compañero del hombro dislocado, y que acabé con las gafas hechas un churro por un rodillazo en la cara. Lo cierto es que, salvo el loco que le retorció el brazo a Chus y que creo que a mí me arrastró de los pelos a lo largo de tres o cuatro metros de acera, y supongo que algunos más como él a quienes no tuve el gusto de conocer, la mayoría de los CRs parecían no saber muy bien qué hacer con nosotrxs.

Después al autobús, y en el autobús, en medio de un ambiente festivo -la verdad-, nos llevaron a comisaría. A tres distintas, por lo que he oído. La mía fue la dieciocho, donde hubo más cachondeo que miedo. Cantamos, tocamos palmas, nos hicimos fotos, jugamos a las películas, y hubo hasta quien se fumó un par de canutillos. Y nada de torturas. Lxs compañerxs sirios muriendo como chinches, los libios bombardeados desde el aire, y a nosotrxs, presos del sistema durante dos horas, no nos cayó un triste bofetón.

Pero tenemos nuestras portadas, y somos héroes.

En fin. Tras dejarnos hacer pipí y tomar nuestros datos, todo por turnos, los temibles orcos de Sauron nos pusieron en la calle con nuestras mochilas sin abrir, nuestros teléfonos, nuestras cámaras, nuestros ordenadores, todo intacto, y a tiempo para coger el metro para ir adonde nos diera la gana. Tanto miedo les damos.

Y ayer, por lo que sé -no estuve presente, por motivos personales-, más de lo mismo. La gente que va por la calle, supongo que tras doce horas de asamblea. La poli que los para. Unxs cuantxs que toman el metro y van a la Bolsa. Los paran otra vez. Otra vez a sentarse en el suelo. Otra vez los CRs, que en esta ocasión no emplean ni gases. Otra vez al autobús, a comisaría, a dar los carnés, y a la calle a tiempo para cenar, salvo el grupete que, al parecer, la emprendió a patadas contra las puertas del autobús en el que los almacenaban para su traslado, y con los que en el momento en que escribo estas línes no sé qué ha pasado o va a pasar.

¿Es esto una revolución? ¿Es esta la punta de lanza que debe servir como ejemplo al mundo? ¿Es esta la lucha imposible para la que un servidor ha pateado mil trescientos kilómetros?

Durante la blablaasamblea de anteayer, yo lo ví, se presentó un tipo que decía ser el enlace entre la policía y la prefectura, que esperó pacientemente a que la Asamblea le permitiera hablar, porque nosotrxs no tenemos representantes, y que en tal punto explicó lo siguente:

Uno, que la ciudad de París no desea dar una imagen de represora. O no debe. O no puede.

Dos, que las fuerzas del orden deseaban evitar más incidentes y dejarnos dormir tranquilos.

Tres, que a tal fin nos autorizaban a dormir en el mismo parque de Bercy en el que en aquél momento nos encontrábamos, con las únicas condiciones de que el campamento estuviese limpio y recogido a las diez de la mañana del día siguiente, y que la ciudadanía no debía ser molestada.

En otras palabras, lo que nos vino a decir era que los teníamos pillados por las pelotas.

¿Y qué creen ustedes que pasó? ¿Que le echamos narices y nos fuimos corriendo, por ejemplo, a los Campos de Marte junto a la Torre Eiffel? ¿Que cortamos los Campos Elíseos? ¿Que tratamos de invadir el despacho de Sarkozy para tirarle de las mejillas, por ejemplo? Error. Lo que pasó fue que, tras unas cuantas horas más de blablasamblea, la Marcha Mediterránea se fue a esconder, como siempre, en el centro okupa que les sirve de hotel desde que llegaron a París, y que la Meseta-Toulousse se afincó, desafiando al mundo,  en el susodicho y autorizado parque de Bercy. Perdón. No toda la marcha. Algunxs, los más rebeldes, osaron hacerlo en la explanada enlosada que se encuentra junto al mencionado parque. Todo un alarde de transgresión, como verán.

¿Qué está pasando, pues, aquí en París? ¿Qué estamos haciendo mal? Un par de empellones y un brazo dislocado en una esquina cualquiera de París, y somos portada de dos diarios de tirada nacional en España y el hashtag más leído en twitter. Cientos de personas involucradas en la difusión de todo lo que pasa, y miles que devoran vídeos y todo tipo de informaciones. Nueva York y otras ciudades solidarizándose con nosotrxs. Acampada BCN cortando el Paseo de Gracia. Concentraciones de apoyo frente a la embajada y a consulados franceses por toda España. "The New Kings of France". Y nosotrxs, completamente divididos, venga a perder el tiempo, a dar tumbos por París y a sentarnos frente a la policía donde a la policía le da por agarrarnos. ¿Qué cachondeo es este?

En mi opinión, caben varias explicaciones:

Por una parte, y tratando de no menospreciar el hecho de que estamos agotadxs y la mayor parte del día hambrientxs, creo que es fundamental el hecho de que, como revolucionarixs, somos en general una panda de absolutxs novatxs. Muchxs de nosotrxs, yo incluido, no militábamos en nada antes del Quince Eme, y las pocas excepciones nunca habían trabajado a la escala a la que deberíamos estar trabajando nosotrxs.

Por otra, creo que existe una especie de tendencia generalizada consistente en que las formas son más importantes que el fondo. La Asamblea tiene sus ritmos, sus insoportables ritmos, y dichos ritmos están imponiendo, en la práctica, que toda manifestación o acción tenga lugar por la noche, cuando estamos más cansadxs y nuestras acciones tienen una menor visibilidad y son, por tanto, más fáciles de abortar.  Y huelga decir que el hecho de que estas asambleas se estén celebrando en París, y no durante los casi dos meses que hemos tenido mientras nos dirigíamos a París, es sencillamente sangrante.

Creo, también, que existe un problema grave de disciplina, perspectiva y responsabilidad. El mismo que arrastramos desde el principio de la marcha. Aquí la gente no parece ser consciente de las dificultades de nuestra tarea, como no lo hemos sido durante toda la marcha levantándonos a las mil. Tampoco parecen ser conscientes de nuestras posibilidades, de lo diferente que podría ser todo si estuviéramos respondiendo a las expectativas puestas en nosotrxs. De la misma forma que podríamos haber tenido una comunicación en condiciones sobre nuestras actividades,durante las marchas, podríamos haber planificado mucho mejor nuestras acciones parisinas. O sea, quiero decir: hace tres o cuatro días, en compañía de Haïssa, inspeccioné con ojos de activista la zona de la Torre Eiffel y los Campos de Marte. Evidentemente, soy consciente de que se trata de uno de los lugares mejor custodiados del mundo, pero una tienda desplegable Quechua se monta en dos segundos y, con un mínimo de planificación, la acampada podría estar lista en cuestión de un minuto. Con eso habríamos ganado, con desalojo o sin él. No en vano se trata de un lugar lleno de turistas y, por tanto, de cámaras.

Sufrimos también intensos problemas internos: problemas personales, algunos muy graves, entre lxs españolxs de la Meseta, y de comunicación y complicidad entre la gente de Meseta y de Toulousse. En cuanto a la gente de la Mediterránea, en fin: tal y como yo lo veo, mucha cresta y mucha pintura de guerra, pero al final, y cada noche, se van todos a su hotel squat a dormir bien calentitos, y a nosotrxs que nos den por saco. De hecho, y hasta donde sé, ninguno de ellxs quiere realmente acampar en París y a alguno le he oído decir que ni siquiera deberíamos haber pasado por la ciudad. En cuanto a los franceses de París, y no sólo los de París, creo que aunque son muy majos en lo personal muchxs de ellxs son también un poco paniaguadxs, por emplear una palabra suave, y, de la misma forma en que en la ciudad no se atreven a hacer nada sin pedir permiso, en nuestras asambleas se dan una y otra vez por vencidxs ante la mayoría hispanoparlante sin lograr jamás imponer ninguna de sus tesis, que muchas veces son las más sensatas. Otrxs francesxs, una minoría, pecan exactamente de lo contrario, están muy radicalizadxs y pierden los papeles con enorme facilidad, teniendo que abandonar las asambleas ahogados en su propia frustración.

Y sin embargo... sin embargo creo que tenemos al Ayuntamiento de París pillado por las pelotas, y no hay, ni habrá jamás, nadie en el mundo que lo pueda entender. Respecto a este punto, me falta aún algo de perspectiva histórica.

Así que ya lo saben, ciudadanos y ciudadanas: estas navidades regálenle a sus hijxs el set Playmóbil de Policías e Indignados y reproduzcan, en sus propios salones, la épica de nuestra gesta. Producto no recomendado para narcolépticxs, y tampoco para racionalistas convencidxs.

lunes, 19 de septiembre de 2011

DIARIO DE UN CAMINANTE - ANTES DE PARÍS

Mañana llegaremos a París.

Cierto es que aparte de eso hemos conseguido muy poquitas cosas más: seguimos siendo incapaces de levantarnos y ponernos en marcha a horas razonables; la comunicación sigue siendo desastrosa; la difusión igual; nos hemos saltado la mitad o más de las Asambleas Populares de los pueblos, y cuando hemos conseguido llegar ha sido, casi sempre, con una hora de retraso; nos hemos quedado casi sin vehículos de apoyo fijos, y en ese terreno las cosas han salido por los pelos y sólo gracias a la buena voluntad de la gente que por razones misteriosas sigue viendo en esta marcha la promesa de una revolución seria que, la verdad sea dicha, a lxs más serixs de nosotrxs nos da ya mucha risa; la lluvia nos ha sorprendido una y otra vez, arrasando nuestros campamentos, como hizo el tsunami con la central de Fukushima, por falta de preparación; nos hemos perdido una y mil veces, sumando muchos kilómetros a nuestro periplo, y estamos agotados; hemos pasado frío, y a veces hasta hambre; hemos sufrido bajas y abandonos hasta el punto de que, en la marcha de Madrid -la "Meseta", qué nombre tan ridículo- éramos más de setenta y ahora sólo quedamos unxs veinticinco. Y la verdad es que en muchos casos lxs que se fueron, desesperadxs, eran lxs mejores. Etcétera, etcétera, etcétera. La lista de calamidades es inacabable, y no veo la hora de volver a Madrid para poder escribir mi nuevo best-seller "Cómo no hacer la Marcha a Bruselas".

Para lxs optimistas irredentxs, aquellxs tan insensatxs para pensar que no será la cosa tan mala, me veo obligado a anunciar que las acciones de París están apenas perfiladas, que probablemente habrá dos manifestaciones diferentes, y que mis esperanzas de hace unos días, en los que aún pensaba que Guillaume, Dani y algunxs otros serían capaces de organizar algo grande de verdad, comienzan a desvanecerse en una nube de cinismo. Puede que nos salga algo, sí, pero si es así será sólo por la confluencia de inmensurables energías, tales como el empuje de unas cuantas personas libres y cabezudas unificadas de forma espontánea, la alineación de los astros, la fuerza del Tao o la voluntad de Dios, por citar sólo algunas de las más probables.

Pero, por mi parte, no tiro la toalla porque no me da la gana. Tal vez lxs trescientos mil fiesterxs que acudirán mañana a la Tecno-Parade, y que por tanto coincidirán con nosotrxs en la capital francesa, decidan que el diecisiete de septiembre de 2011 podría ser un buen día para trocar pachanga por revolución y se animen a pegarle una buena patada en el culo al sistema. Poer soñar que no quede.

Pasando a temas más alegres que las hostias que nos van a dar mañana aún no sé por qué, paso a resumir algunos de los mejores momentos que hemos vivido por aquí desde mi última crónica, que fundamentalmente son dos:

Un día, ya no recuerdo cuándo ni dónde, fuimos invitados a participar en una manifestación protagonizada por lxs obrerxs de una fábrica de repuestos de automóvil que, literalmente, nos pillaba de paso. La protesta, como todo aquí, había sido convocada por dos importantes sindicatos franceses, CGT, de línea comunista -nada que ver, pues, con la CGT de España-, y FU, Fuerza Unida, que por lo que me contaron venía a ser un equivalente de nuestra castiza UGT. Nosotrxs, como de costumbre, nos blablasambleamos, no llegamos a ningún acuerdo y decidimos que cada cuál hiciera lo que le dictara la conciencia o lo que más le divirtiera. Algunxs fuimos para allá, y por supuesto llegamos tarde, sólo para ell final de la mani, donde fuimos maravillosamente recibidos y celebrados, a pesar de nuestra lamentable prsentación, e invitadxs al aperitivo que, tras el pateo reivindicativo por el correpondiente polígono industrial, habían organizado los simpáticos currantes. Allí que nos fuimos.

El camino a la fábrica, lugar elegido para el convite, fue también un curioso acto de protesta, una "voiture balai", consistente en el desplazamiento masivo en coches circulando a la velocidad de un caracol para crear un atasco, molestar, llamar la atención y demás. Ángel, Ladix, Fernando y yo, un cuarteto calaveras semioficializado en la marcha, nos subimos al vehículo de un simpatiquísimo jubilado, muy guerrero, que había vivido en Valencia durante años y hablaba perfectamente español. Tras un rato comprobé que la circulación era tan lenta que yo podía ir más rápido corriendo, y así lo hice. Me bajé del coche esprinté sobre el arcén, dando voces como un loco, y haciendo lo que podía por caer simpático y dar un poco de buen nombre a nuestra marcha. Lucas, un compañero medio griego y medio holandés, sin techo, encantador y mucho más loco que yo, imitó la maniobra y ahí estuvimos los dos, corriendo durante un buen rato junto al atasco y cosechando pitadas y otros gestos de amistad.

Llegamos a la fábrica, comimos lo que pudimos -pan y queso. La barbacoa se había terminado-, y tras el acostumbrado lanzamiento de tomates por encima de la valla de la fábrica, en el que nosotrxs no participamos porque somos unas monjas, fuimos invitadxs a participar en el último acto del día, que fue en el que operó la magia.

La cosa consistía en entrar en la fábrica y recorrerla entera, gritando, arrojando papeles rotos para ensuciar, y armando jaleo. Una cosa facilita. Pero diose la situación de que los conserjes de la puerta, dos paquistaníes con bata azul, conocían a todo el mundo por allí y, ante la inicial indiferencia de lxs trabajadorxs, impidieron el paso de los Indignados al recinto. Así, cuando nos vimos solos en la puerta y a lxs doscientxs obrerxs dirigiéndose ya al edificio fuera de nuestro alcance, nosotrxs veinte plantamos nuestros culos junto a la garita, mirándonos unxs a otrxs y sin saber qué hacer, hasta que Abdelatif, bendito Atif, se hizo con el megáfono y comenzó a gritar: "Nous somme Les Indignées contra l'exploitation". Nosotrxs coreamos la genialidad, evidentemente, y en cuestión de segundos lxs obrerxs nos rodearon, para protegernos de los guardias de seguridad, y nos arrastraron al interior de la fábrica para que pudiéramos unirnos a su protesta. ¡Por fin! ¡Por fin una mani! ¡Por fin hicimos algo bien! ¡Por fin, por una vez, fuimos capaces de dejar de lado nuestras burocráticas reticencias contra unos sindicatos que no conocemos y luchar, joder, luchar, que es a lo que vinimos!

Grandes amigos hemos dejado, para todo el Movimiento, en aquella fábrica. Para los detalles de dónde y cuándo, consúltese el blog de mi compañero El Holandés Errante.

El siguiente momento de gloria que quiero comentar fue el de nuestro paso por Orleans, ciudad difícil que nos ha sido definida como el laboratorio de Sarkozy para sus leyes represivas. Tan mala fama tiene que, a nuestra llegada, lxs compañerxs de la Marcha Toulousse llevaban tres días acampadxs en las afueras y la Mediterránea, de hecho, había optado por rodearla el día anterior. Pero nosotrxs, que no nos hemos saltado una etapa y nos hemos pateado hasta el último kilómetro de nuestra marcha, estábamos ya más que hartos de andar, andar, e ir de buenos. Sin encomendarnos a Dios ni al Diablo, sin asambleas, sin consensuar un carajo, nos encontramos con lxs compis de Toulousse, besos, abrazos, y mani hasta la plaza que alberga la estatua ecuestre de Juana de Arco, mi Juana de Arco desde aquél día, donde tras veintitantos kilómetros de marcha bajo la lluvia plantamos y descargamos nuestra furgoneta, sacamos las lonas azules y montamos nuestro primer campamento como está mandado sin la menor fisura ni disensión.

Una plaza, una estatua ecuestre con su pedestal, y unas faldas azules cubriendo nuestra cocina. ¿A alguien le suena? "Pointe Soleil". Eso rezaba el rótulo de uno de los comercios de la plaza, y la policía pasó, miró, y se fue por donde había venido sin decir esta boca es mía. El Sol bajo la lluvia, y por una vez sin quejas.

Y aquí estamos. En Bagneux. Especie, creo, de Getafe o Alcorcón a las afueras de París, celebrando nuestra Asamblea Popular y sin tener ni puta idea de qué va a pasar mañana.

Como cada día desde hace cincuenta y tres.

DIARIO DE UN CAMINANTE - HAÏSSA

Haïssa tiene diecinueve años y habla castellano, catalán, francés y un poco de inglés. Se unió a nuestra marcha, esa que llaman "Meseta", el fin de semana pasado en Tours. Es modesta, un tanto vergonzosa y aunque es sociable y carñosa tiene un punto de tímida: cuando le pedimos que hiciera de traductora en una asamblea ella respondió que vale, pero que tuviéramos paciencia porque lo de la traducción se le daba mal. Era la primera vez de las muchas en que la vería sonreir a lo largo de los nueve días que ha estado con nosotrxs.

Que se le daba mal traducir... xD Desde el primer momento, y haciendo alarde de simpatía, juicio y buen talante, frenaba el parlamento de cualquiera para evitar que se acelerase y poder así traducir con escrupulosa literalidad. Su madre es francesa, y según mi amigo Adrián Haïssa habla realmente bien. "Casi sin acento", dijo literalmente. También ayudaba a la moderación, atajando en seco cualquier guirigay asambleario.

El día siguiente a su llegada amaneció con lluvia, un campamento arrasado y una marcha de treinta y ocho kilómetos por delante. Y Haïssa, como yo y como muchos otros, se calzó sus botas y su impermeable y echó a andar bajo el aguacero. Ella no tenía ninguna experiencia, pero había venido a caminar y a currar y, si la dificultad para encontrar información sobre nosotrxs en internet, evidencia de nuestra colectiva chapucería, no la había echado para atrás, no lo iba a hacer una vulgar tormentilla.

El día día fue, en definitiva, demasiado duro para asambleas, pero gracias al Polaco sí que hubo cocina. Se comió, se ensució por tanto, y después la pequeña Haïssa, que a la sazón y a esas alturas se sabía ya los nombres de casi todxs, se arremangó la chaqueta y fregó los cacharros.

No hacía veinticuatro horas que la conocía, y yo ya la adoraba, y durante los siguientes días ella mantuvo su actitud, su sonrisa y su carisma.

Le costaba andar. Un bautizo de casi cuarenta kilómetros bajo la lluvia le destroza los pies a cualquiera, y a ella le salió una buena ampolla en cada dedo pequeño, y otra muy fea en la almohadilla del izuierdo, entre el dedo gordo y el segundo. Quizás por ello, y por la falta de costumbre, cada día la pobrecilla ha sido, junto a la francesa Justine -de dieciocho añitos y que también anda lo suyo- el miembro más lento de la manada; las dos salían con todxs, o al menos con el grupo mayoritario -lo cual también es cumplir con una responsabilidad-, pero siempre llegaban las últimas. Además, Haïssa asumió su tarea de traductora desde el primer momento y con la mayor seriedad, y estando ella en el campamento no se celebró ninguna asamblea, Popular o Interna, en la que ella no estuviese presente de principio a fin. Y  aclaro que el fin de una Asamblea Interna es algo que suele producirse entre las dos y las dos y media de la mañana y media docena o menos de personas agotadas y ojerosas entre un mar de durmientes que han abandonado el acto por uro agotamiento. Y la traducción de un idioma al otro, y del otro al uno, es un trabajo mentalmente agotador. A estas alturas he conocido a suficientes traductorxs para saberlo.

Y por fin llegamos a París. El encuentro con la Mediterránea -hablando de todo un poco- se produjo poco después de cruzar... uhm... no sé qué puerta de la ciudad -sinceramente-, y de momento todo lo que puedo decir de ellos es que hay gran abundancia de punkis -casi todos con el mismo tipo de cresta-, que se han currado unas cuantas pancartas muy guapas -eso es cierto-, y que de momento nosotrxs lxs de la "Meseta" -grrr.. Estúpido nombre.- no sabemos de qué van.

Total, que entramos en la ciudad de mani Intermarchas-París y nos juntamos todxs en la Ciudad Universitaria, donde montamos un tinglado de lo más chulo.

Así en plan de montaje, lo más llamativo la cocina; con Jack Sparrow, ex-"Meseta", actualmente Mediterráneo y gran amigo mío, de coordinador superstar. Por algo tiene el mote que tiene. Amenazaba como siempre lluvia, y los de Infraestructura montamos, sobre la cocina, un toldo aceptable. Quién me iba a decir a mí, que no sé pegarle a un clavo, que un día me vería en Infra... :P En fin. Que además de Cocina y un intento de Infraestructura se reunieron un montón de comisiones más, y al menos la de Acción, que era la más grande con diferencia, debió de funcionar muy bien porque durante la posterior manifestación se hicieron -o se intentaron- un montón de cosas.

Y pasamos ya a la manifestación.

Tras los ineludibles dimes y diretes -un par de asambleíllas de tres o cuatro horas de nada, con Haïssa traduciendo-, se había decidido aceptar el recorrido propuesto y legalizado unilateralmente por París. Salíamos de la Ciudad Universitaria, recorríamos una infinidad de calles sosísimas y vacías, llegábamos a Notre Damme, y desde allí el recorrido cogía algo más de color hasta llegar a la Bastilla. Total, tropocientos kilómetros más después de la mani mañanera, que había sido de por lo menos cinco horas. Está claro que lo nuestro es arrastrar los pies, y parece que la gente lo sabe.

Tras resolver los asuntillos pendientes -la recogida del material de Infra-, salí de los últimos y en seguida me dirigí a la cabecera, que para eso he venido hasta aquí a pinrel desde Madrid. Aparte de los espontáneos de siempre sosteníamos nuestra pancarta Cristo, Marchoso incontestable con pleno al quince y cero etapas perdidas, Pepe, que le sigue de cerca con sólo una jornada de diferencia, y un servidor, que a pesar de ser el tercero quedo fuera de competición con siete días de descanso peatonal y un dolor en los pies que no se pueden ustedes ni imaginar. Y eso que yo, a diferencia de estas dos bestias andarinas, casi no he tenido ampollas.

La mani empezó bien. Empezó muy bien. Muy al principio una ola de euforia nos invadió, porque sí, y toda la cabecera estalló en una catarsis increíble que nos hizo gritar y saltar como posesos durante minutos. Con mil doscientos kilómetros en las piernas, y saltamos como gacelas :D

Total, que se nos subió el ánimo y, sin poder controlarlo, nos pusimos a andar como sabemos y, claro, no había quien nos siguiera, y menos en una manifestación. Un aviso, dos, tres, de que íbamos demasiado rápido, y de pronto alguien tuvo la gran idea: "Llamad a Pierrot".

Pierrot se nos unió, creo recordar, cuando cruzamos la frontera, o quizás lo hiciera en Euskadi, durante mi baja forzosa por faringitis. Él no habla una palabra de español, y parece no recordar, o pasar completamente, del hecho de que casi ninguno de los españoles  habla francés, porque siempre que se dirige a nosotrxs lo hace con la mayor naturalidad y en su lengua materna, utilice el tono que sea. Y digo lo del tono porque Pierrot alterna las broncas más monumentales, blandiendo implacable su cayado, con las más conmovedoras muestras de afecto hacia nosotros, gente con la que apenas puede comunicarse pero de quienes dice que somos su familia, y que adónde va a ir él cuando la marcha acabe. Está un poco chalado, sí, pero sin duda ha sido uno de los personajes más queridos de nuestro grupo.

Pierrot tuvo un accidente de coche, y está mal de una pierna, lo que le impide andar al ritmo que impone una marcha como la nuestra, y también montar en bici. Pero él se empeñaba en andar a cualquier costo, y a voces exigía que alguien le acompañara. Pero todos los que lo hacían acababan lesionados -por marchar con Pierrot le salieron a Cristo sus ampollas-, y al final el propio Pierrot terminó por abandonar la marcha contra su voluntad, pero pienso que por el movimiento, en la ciudad de Poitiers.

La cosa es que Pierrot había venido a París para estar con nosotrxs durante la manifestación, y como de costumbre iba por detrás de todxs. Necesitábamos a Pierrot, precisamente porque era el más lento, y alguien fue a buscarlo. Con su bastón, su pañuelo en la cabeza, sus ojos maquillados y un sol amarillo dibujado en la mejilla, el loco de Pierrot, Comandante en Jefe de la manifestación indignada del 17-S en París, desbordama carisma por todos los poros. La punta de su vara golpeando contra el suelo marcaba el ritmo de los cantos, y cuando no gritábamos lo bastante fuerte él se daba la vuelta y nos abroncaba, amenazndo con su garrota, y nos exigía más y más hasta que quedaba satisfecho. Qué grande eres, Pierrot.

Y así, entre gritos y pintadas  con tiza, miles de pintadas con tiza en paredes y suelos, continuó la marcha. Digo la mani -es que no veas si era larga-. Los de acción iban delante, entre la cabecera en francés y la de la marcha, y llevaban a cabo precintados de cajeros automáticos, pintadas con tiza y rotulador, y otros actos abominables en los pocos bancos que no estaban custodiados por la policía. También hubo algunas performances.

El mejor momento para mí fue cuando un grupo de CRs completamente equipados echaron a correr desde una sede bancaria, para llegar a la más próxima antes que nosotrxs, y unos cuantos salvajes pintarrajeados de la Mediterránea se picaron con ellos en una carrera absurda a la que yo no pude por menos que pegarme el gusto de unirme. Y corrimos. Corrimos como galgos. Docenas de locos entre la gente, y luego por delante de la gente, y luego por delante de los polis, hasta que los dejamos a todos muy atrás y nos tumbamos en el suelo, sobre nuestras espaldas, para mostrarles a esos robocops nuestros pies al grito de "Estas son nuestras armas". Dolía como mil demonios, pero cada uno de nosotros era un lobo que aullaba.

Luego me dijeron que lo de la carrera era una técnica de la policía para separarnos, como un cebo, y tal vez fuera cierto porque si por allí había alguna otra sede bacaria debimos de saltárnosla con las prisas y yo no la ví. Pero me importa un huevo, la verdad. Aquellos membrillos, armados como legionarios romanos, tuvieron que gastar suelas durante medio kilómetro o más, y nosotros les ganamos. Con mil doscientos kilómetros en las piernas, y corrimos más que ellos.

Todo empezó a torcerse con la lluvia. Llevábamos ya como cinco horas de larga manifestación, más de una hora de retraso para llegar a nuestro destino, donde nos esperaba gente, y lxs mayores y lxs niños de uno y otro lado comenzaban a abandonar, hartos los unxs de correr y lxs otrxs de esperar. Apretamos los dientes y el paso -ya costaba, por lo menos a mí-, y lo que llegó a Bastilla era algo que a duras penas podía identificarse como una manifestación: cientos de personas no en goteo, pero tampoco agrupadas, que de manera espontánea decidieron congregarse en la calzada de la rotonda, gritando, cantando, bailando y saltando bajo la lluvia ante la mirada impasible de centenares, miles, millones de antidistrubios CRs apostados por todas partes en apretadas hileras.

Con poco humor para tales demostraciones -la lluvia me derrota, lo confieso, me amarga por completo la existencia- me uní al jaleo sólo por seguir a Haïssa, que más que liarla -tampoco a ella le sienta bien la lluvia, creo- quería ver si se necesitaban traductorxs. Todo el día de manifestación, una hora bajo la lluvia, y ella sólo pensaba en trabajar.

Y entonces pasó lo del desalojo, o como quiera llamarse. La cosa es que al parecer el ayuntamiento sólo había dado permiso para que permaneciéramos en la acera y los antidisturbios, no sé si con intento de negociación o sin él, comenzaron a apretarse en semicírculo sobre nosotrxs empujándonos fuera de la calzada con la amabilidad de un ariete. Y donde había un empujón, allí estaba Haïssa. Al principio, traduciendo -¡traduciendo! ¡en medio de aquel follón!-, pero luego la violencia de los CRs le inflamó sobremanera los ovarios y en lugar de traducir se encaraba con esos tiarrones, les preguntaba, les exigía, amenazándoles con el dedo como una Valquiria furiosa agita su espada. Yo lo miraba todo estupefacto, y sólo acertaba a permanecer junto a la Furia, sobre todo por si se terciaba interponerse entre ella y algún golpe. Pero aquí la voz cantante la llevaba ella y yo sólo estaba de potencial saco de boxeo para emergencias. Joder qué carácter, la niña, con la sonrisa de buena que tiene.

En fin. Que nos sentamos en el suelo y pasó lo que supongo ya se sabrá: nos desalojaron como en Sol, el día 16 de Mayo. Sin excesiva violencia, que es lo que más me jode. La única herida, un pequeño corte en la cabeza, le tocó a Irati, pero según me ha contado fue más un resultado fortuito del forcejeo que un ataque deliberado. O sea, un codazo, o algo así, vaya usted a saber de quién.

A Haïssa y a mí la cosa nos pilló donde nos pilló, y allí plantamos el culo. Relativamente lejos de la primera línea. Pero, cada vez que agarraban a alguien -o sea, todo el rato-, ella se levantaba como una numantina y venga a gritar y a llorar. Y menos mal que nos tenía al lado a Cansino y a mí, que cuando se emocionaba más de la cuenta y se quería tirar, literalmente, de cabeza al fregado, la sujetábamos y tratábamos de tranquilizarla. Que te den de hostias por mantener lo que se dice una plaza, vale, aunque acabe unx descalabradx. Pero que te arrastren por los charcos por cuatro metros de adoquines de mierda, en plena noche y en una rotonda en la que no se para ni Dios... para mí no vale la pena, qué le vamos a hacer. Muy heroico, y tal, pero así sólo se emocionan nuestros fans españoles. Para los franceses y, lo que es más importante, para los medios franceses, lo que pasó ayer en la Bastilla fue una pachanga que no merece ni una nota a pie de página.

Hago constar, para que no se me acuse de insensible, la lista de a quiénes sé que arrastraron, ya fuera porque lo viese en persona o porque me lo han contado ellxs mismxs: Justine, Canario, Iris, Fernando, Pepe, Brian, Oyane, Mario, Dimitri, y por supuesto Irati. Y un montón  de compañerxs más, cuyos nombres por desgracia no conozco, de París, de la Mediterránea o venidxs de muchos lugares de Francia y de España. Honor a todxs ellxs, porque primero  les hicieron daño y después resistieron el cerco en la acera aún más empapados que yo y pasando un frío del carajo.

Y a Pierrot, mientras tanto, le dió un ataque de ansiedad de tales proporciones que se lo tuvieron que llevar en ambulancia.

Y poco más hay que contar. Al final el intentó de asamblea no funcionó ni de lejos, porque es lo que pasa cuando unx se asamblea bajo la lluvia, y terminamos todxs por ahí desperdigadxs. La mayoría de la "Meseta" en un polideportivo de un pueblo llamado Champigny, a las afueras de París, la mayoría de la "Mediterránea" en la misma okupa en la que se han metio hoy sin que aquí entendamos por qué, y todxs los demás hacinados en casas y pisos o vaya usted a saber dónde. Desde mi punto de vista, una derrota en toda regla.

Y hoy Haïssa se ha ido. Ha regresado a su pueblo de Valencia para continuar con sus estudios, y yo me siento aún más triste por eso que por lo de ayer, porque lo de ayer tiene arreglo. Pero Haïssa era dulce, lista, responsable y valiente, y tan buena traductora que, cuando al llegar a la Ciudad Universitaria se necesitaron este tipo de servicios, fue su nombre el que coreó toda nuestra marcha sin permitir al ponente de la Mediterránea hablar antes de que llegara. Era muy buena, joder, y eso va a ser mucho más difícil de solucionar.

Un besazo enorme, Pequeñaja, si lees esto, y gracias por estos nueve días maravillosos. Te voy a echar muchísimo de menos...